domingo, 27 de julio de 2014

Regina

"Cuando te acaricié, me di cuenta de que había vivido toda mi vida con las manos vacías" (A. Jodorowsky)


Lo que les voy a contar amigos, no es una historia de ciencia ficción. Es tan real como lo es ella. 

Ese día pude experimentar  nuevas formas de tocar a una mujer. Sin duda alguna conocí cada centímetro, cada relieve de su pálida piel, a partir de ahí ya nada fue lo mismo.

Estaba frente a ella, sumiso y drogado, mirándola, deseándola. 

Así comienza esta historia, donde fui yo quien aprendió una lección ante las bondades de la lujuria.
Este sólo fue un encuentro fuera de prejuicios y sentimientos.  Sin involucrar nada más que los cuerpos, el tacto y el placer. 

Me sentía un "domador" de mujeres a pesar de no ser tan atractivo. Había recibido elogios de varias amantes que conocí a través en mi corta vida. 

Y ahí me tenían, frente a ella. Mirándola embobado, escuchándola, solos en casa, volando en la imaginación. En la fantasía de su cuerpo, que inspiraba, sin duda alguna a la lujuria. Ella muy cerca de mí, tan pequeña, tan experta... 

Ella es delgada.  De piel blanca, suave y aduraznada.  Lentes que resaltan sus ojos y le dan cierto aire formal a su carita. Cabello largo, ondulado, casi hasta la cadera. Mechas color verdes. Recuerdo que llevaba puesta una playera negra con un escote en su espalda lo suficientemente prolongado para que me imaginara rasguñandola  mientas la penetraba.

No podía resistirme. Sólo el estar junto a ella era tan erótico. Me enloquecía, necesitaba probar su vagina. Lamerla, beber de ella.

La tele estaba encendida.  Las luces apagadas, sólo nos alumbraban los destellos de la tele. En realidad lo que veíamos no es importante. Ella sí. Pero de ser sinceros sin ello no hubiera ocurrido nada. Benditas películas eróticas. 

Estaba excitado deseoso de poseerla y lamer todo su delicioso jugo. Intente seducirla cuando de pronto se decidió a ser franca conmigo.
 –Me excita la película, obvio, pero me siento frustrada. Necesito un orgasmo, desde hace un par de días no tengo sexo;  pero... me guardo a él, quiero esperar.

Yo estaba excitado de saberla húmeda, deseoso de tomarla y hacerla mía, pero no podía ignorar lo que había dicho. Pensaba en su rechazó. Después de pensarlo un poco, me arriesgué y pregunté -¿Puedo hacerte sexo oral?

Ella esbozó una media sonrisa. Con ello me contesto que aún haciendo sexo oral implicaba sexo, lo que para ella, era fallarle.

Comprendía y entendía que mis posibilidades eran nulas. Durante se consumía el cigarro, me aventuraba a la lujuria que me provocaba su compañía. De pronto comencé a mirarla con un fuerte deseo.
Comencé a tocarla, algo tímido, admito. Me di cuenta que  al acariciarla ella no mostraba fuerza alguna para que me detuviera. Disfrutaba cada centímetro de su piel. De inmediato lo tome como una aprobación para poder seducirla. Me abalancé sobre ella y la besé, la acaricié, quería devorarla, saborearla. 

Tomé sus senos perfectos, jóvenes, suaves y los metí a mi boca para chuparlos con pasión… pero ella parecía no sentir nada.  Apenas un momento antes estaba seguro de lo que hacía. Siempre había funcionado hacerlo así. Al ver su falta de reacción, pregunté tímidamente y lleno de curiosidad. 
-¿No te excita lo que hago?. Ella me miró y respondió – A pesar de que he estado un tiempo sin sexo, no. Te falta tacto para hacerlo conmigo.
Anonadado, me detuve ¿Qué es lo que hago tan mal? pensé. Me hizo sentirme inexperto ante las bendiciones del sexo. 

Ella necesitaba un orgasmo y yo necesitaba aprender a tocarla, para poder curar mis bajas pasiones, así que empezó a guiarme.
Me tomo de las manos y acaricié suavemente su cuello. Bajaba para poder tocar sus senos desnudos, me guiaba en hacer movimientos circulares al rededor de ellos. Me las bajaba para poder apretar su cintura, acariciar su vientre y seguir hacia su espalda baja para poder rasguñarla. Frotaba y friccionaba mis manos en todo su ser. La acariciaba por todas partes…

 Pensé en ponernos más cómodos y llevarla a la recámara y que la luz de la luna que entraba por la ventana nos alumbrara en nuestra pasión. Mala idea. 

Cuando tomé su mano para llevarla ella me miró y preguntó. 
-¿Por qué me traes para acá?  
- Para poder estar más cómodos-
-Pero me excita que me toques al ver la película.

Me detuve contrariado y pensé que sólo era una excusa para no estar conmigo. Accedió y caminamos hacia allá. Se recostó y me guió para que pudiera fumar de ella.

Guió mis manos y acaricié como nunca lo había hecho. Recorrí con mis dedos en forma circular en sus senos, me guió hacia su estómago, y poco a poco apreté su cadera...

Regodeándome en sus curvas. Decidió despojarse de la playera. La esencia de su piel me inundaba, la quería toda para mí. Lamí un poco –Sólo pasa tus labios húmedos- corrigió. Yo temblaba emocionado, excitado, sentía que estaba haciéndolo por primera vez. Mis manos recorrían su espalda. Experimentando una nueva excitación, pasaba mis labios y dedos una y otra vez en sus perfectas tetas. Suavemente, mi cara rozaba su cuello, disfrutaba su silueta.

Bajé mis manos y acaricié de lleno sus nalgas, las apreté y  de sentir su calor simplemente no podía dejar de desearla. Recorría cada centímetro de sus nalgas.

Casi con timidez baje un poco su pantalón para poder tocar su sexo.
Mientas estaba enloquecido por el calor de su vientre en mi cara. Mis dedos fueron descubriendo esa flor que moría por fumar. 

De repente, ella tomó el control. Se montó en mí, me quitó la playera. Me rozo con sus labios mi cuello bajando hasta mi pecho, me acarició aparentando mis hombros y mis brazos . Me hizo temblar, me hizo sentir querido,  me hizo suyo.  

Acostado guió mis manos y acaricie sus tetas, sintiendo como nuevamente esos pezones se paraban, incitando más lujuriara, bajo la manos y me hizo tocar el inicio de su flor.

Se bajó de mí y se quitó el pantalón. Se recostó a mi lado mientras la luz de luna iluminaba su cara. La admire y recorrí con mis labios sus piernas mientas mis manos no podían dejar de apretar aquel culo tan suave que ella tenía, acariciaba su ingle. Guiado por ella tocaba su sexo húmedo y caliente. Sólo con el dedo meñique.

Repetía la acción de tocarla y guiarme hacía sus piernas, tocarla y llevarme hacia sus muslos, hacia su ingle o su vientre.
Acaricie sus piernas y todo lo que ella me pedía. Cuando dejaba de guiarme me sentía perdido. Temblaba por lo que ella me estaba haciendo sentir.

De pronto guió  dos de mis dedos a su vagina y apretó las piernas para empujarlos hasta adentro. De inmediato sentí su humedad. Fascinado por esto, hizo que la masturbara sin perder la intensidad. Mientras ella lamia mi otra mano. Sus gemidos, su expresión, todo era nuevo en mi. Delicioso e intenso, es como recuerdo mi experiencia de masturbarla. 

Por fin llegó al orgasmo. Sentí como mis dedos se mojaban más, mi cuerpo temblaba cual fuera algo prohibido. Saco mis dedos y los metió a mi boca, la bebí como quería.  

Tuvo el orgasmo que tanto quería. Y yo, esa tarde, aprendí cómo acariciar a una mujer.

Autor:César vera.
Editor: Angelica Santillana 

1 comentario:

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